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LA DISCIPLINA

 

Ya en la prehistoria se encuentran los primeros ejemplos de construcción de refugios, las primeras “arquitecturas”. Sirven para cubrir la primera necesidad básica: tener un techo bajo el que refugiarse de las inclemencias del tiempo. Desde ese primer techo se empieza a evolucionar, a  cubrir nuevas necesidades a través del ensayo-error. Pero no es hasta los albores del renacimiento que se toma conciencia del “arquitecto” como tal (antes ingeniero, maestro constructor…).  Alguien cuyo oficio deja de centrarse en la construcción material para dedicar sus esfuerzos al proyecto, a la abstracción. Desde entonces la arquitectura no ha dejado de evolucionar, navegando entre lo más abstracto y lo más concreto, entre el refugio mínimo y el monumento. Tanto se ha evolucionado que a menudo se ha olvidado lo esencial, la necesidad primera: el hogar. Las casas, los edificios de apartamentos, los barrios, las ciudades, todos tienen un requisito básico: ser el hogar de alguien.

Por eso el arquitecto no debe olvidar nunca lo más esencial, aprendiendo del pasado (que tiene mucho que decir) y aprovechando los avances que nos trae el futuro. 

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